Proyecto Ciudadano de los Niños y las Niñas - Francesco Tonucci

La ciudad de los niños.
El recorrido metodológico.
1. Las características generales del Consejo de los niños
El Consejo está formado por un número limitado de niños, se sugiere no superar los
veinte, de modo que un operador adulto pueda coordinarlo y que todos los niños puedan
fácilmente tomar la palabra.
Se forma en la escuela primaria en cuarto y quinto grado.
Los niños se eligen por sorteo, son varones y mujeres en igual número, permanecen en sus cargos por dos años; cada año salen los niños que han terminado el quinto grado e ingresan los niños que comienzan el cuarto grado. Sería oportuno que en el Consejo estuvieran representadas las diferentes realidades infantiles presentes en la ciudad: niños extranjeros, gitanos, discapacitados, niños que han estado internados por mucho tiempo.
El Consejo sigue como norma el calendario escolar iniciando sus actividades en septiembre
y terminándolas en junio. Se reúne periódicamente, en algunas experiencias con frecuencia semanal, pero más frecuentemente en forma quincenal o mensual. La frecuencia mensual se considera demasiado lenta para la edad de los niños, a menos que en el período intermedio no se garanticen actividades en las escuelas o encuentros grupales o de comisión.
En el período intermedio entre dos encuentros los niños comunican a sus compañeros de escuela
y no sólo de grado los temas tratados y recogen sus opiniones y propuestas.
Es útil dejar que los alumnos elijan autónomamente las mejores modalidades para seguir los
trabajos del Consejo y para referir las opiniones recogidas de sus compañeros de escuela.
Para destacar que se trata de una experiencia completamente diferente es importante
evitar la adopción de modalidades y comportamientos típicos tanto por parte de la escuela
como del Consejo de los adultos: por ende es útil evitare la obligación de los apuntes
escritos, las votaciones o un reglamento elaborado por los adultos.
El Consejo es coordinado por un adulto motivado y formado, asistido por un segundo
adulto que tomará nota de las ideas, propuestas y palabras de los niños.
Se encuentra al menos dos veces al año con el intendente, al inicio para recibir el mandato
y al final para comunicarle las propuestas elaboradas.
Se ha demostrado muy útil documentar con videocámara las sesiones del Consejo: este
material podrá ser precioso para evaluar la experiencia y la formación de los operadores.
Edad. Se ha elegido el nivel de la escuela primaria porque, como ya se ha mencionado, los
niños asumen en esta experiencia la función paradigmática del otro y entonces de quien es
distinto al que toma la decisión, del intendente. La distinción del adulto será más fuerte si
la edad de los niños es más joven. Por otro lado es necesario que los niños desarrollen algunos
instrumentos para poder seguir los trabajos del Consejo, referir a sus compañeros, preparar
documentos y por ende saber mínimamente leer y escribir (naturalmente podemos
tener casos de discapacitados o de situaciones particulares en donde estas condiciones no
se cumplan sin que esto perjudique la participación). La última consideración es sobre la
gran satisfacción de los niños por la experiencia del Consejo, que hace difícil pedirles una
interrupción. Por todas estas razones hemos identificado como mejor período para esta experiencia
el cuarto y el quinto grado de la escuela primaria (9-11 años). De este modo los
niños comienzan en cuarto grado y terminan al finalizar el quinto grado cuando pasan a la
escuela media. [N.d.T.: el sistema escolar italiano se articula en escuela primaria (elementare),
escuela media (media) y escuela secundaria (superiore)].
Duración. Dado el gran interés por esta experiencia de los niños suele pasar que las escuelas
y las familias (de los niños no sorteados) soliciten reducir la duración del mandato
a un año o a seis meses de modo tal que pueda participar un número más alto de niños.
La respuesta negativa a este pedido tiene una razón muy simple y ya la hemos mencionado:
esta experiencia no es educativa sino política, se realiza para la ciudad y no para
los niños. Por esto es importante que los niños tengan tiempo suficiente para “aprender”,
para entender el extraño pedido que les hace el intendente y que sean capaces de abrir
con él los debates necesarios para modificar la ciudad.
Sorteo. También esta modalidad ayuda a distinguir esta experiencia de la banal imitación
de los modelos adultos; quita el mérito a este nombramiento y por ende equipara a
todos los niños; excluye criterios de selección (buen desempeño escolar, astucia, prestigio)
que terminarían por hacer más difícil tanto el carácter colectivo del trabajo como
el hallazgo de esas ideas y propuestas infantiles de las que se habló.
La experiencia de ya quince años nos dice que estos criterios funcionan y dan buenos
resultados. Luego vale la pena que las ciudades de la red se uniformen a estos criterios
para crear experiencias que puedan confrontarse tanto en momentos de coordinación y
de formación, como en experiencias de investigación1.
2. El mandato del Intendente
El Consejo de los niños nace de la convicción del intendente que los niños pueden correcta
y eficazmente contribuir a un mejor gobierno de la ciudad. Considera que este es
un instrumento adecuado para respetar el artículo 12 de la Convención de los derechos
del niño: escuchar sus opiniones y tenerlas en cuenta.
El intendente confía a los niños un rol fundamental: estos tienen la tarea de dar consejos
a él y a los otros adultos para gobernar la ciudad. Los niños ofrecen su punto de vista
que, en cuanto distinto al del adulto, genera “diferencias” en el modo habitual de ver
la ciudad y sus problemas. Ya mucho se ha dicho sobre este punto en las partes anteriores
y vale como ejemplo aclarador el de Roma con los comentarios en él indicados2.
3. Las relaciones con los administradores. El Consejo de los niños es un órgano consultivo que da un punto de vista diferente, “distinto” al del administrador adulto. Nace por voluntad de la administración y es por ende necesario que pueda tener una relación directa con los administradores.
Según los argumentos que trate, el Consejo de los niños puede pedir reunirse con los distintos
asesores o directivos de la administración. Al menos una vez al año se encuentra con el Consejo municipal al que muestra el trabajo desarrollado y al cual presenta las propuestas, las ideas, los pedidos y fundamentalmente los “reclamos”. Naturalmente no todos los pedidos de los niños podrán ser siempre aceptados, pero es fundamental que se tomen en consideración y se reciban sus exigencias, porque suelen ser exigencias desatendidas, que a menudo atañen no sólo a los niños sino a una amplia parte de ciudadanos.
Con respecto a las propuestas suelen ser concretas y factibles y en estos casos sería oportuno aceptarlas; en otros casos el administrador puede discutirlas con los niños proponiendo cambios e incluso mejoras que los niños no osaban pedir o de las que tal vez no conocían la existencia. En todo caso es importante que se respeten los tiempos de realización “comprensibles” y aceptables para los niños. Para un niño de ocho años dos años de espera son un cuarto de su vida, ¡como para uno de sesenta esperar durante quince años!. Pero el problema más importante a definir es qué tipo de relación se puede establecer entre las propuestas de los niños y el gobierno de la ciudad. Los niños suelen formular propuestas simples, aparentemente banales, que sin embargo casi siempre esconden un conflicto profundo con el mundo de los adultos. A menudo este conflicto está dirigido contra comportamientos adultos reconocidos ya por todos como peligrosos, insostenibles desde un punto de vista ambiental y dañinos para todos y no sólo para los niños. Véanse los ejemplos indicados más abajo.
Los administradores ante estas propuestas pueden escucharlas, apreciarlas y dar respuestas puntuales: promover “A la escuela vamos solos”, modificar el artículo 6 del reglamento romano, instituir el Día del juego, construir los bancos en Rosario. Estos administradores son sensibles e inteligentes. Los niños están contentos. También los ciudadanos, y no sólo los padres de los niños consejeros, aprecian intendentes tan sensibles.1) Ver El Documento de Passignano, páginas 86-87.
2) El intendente de Roma, el 20 de noviembre de 2001 en el primer Consejo de los niños dijo: "Hoy
queremos comenzar con ustedes un trabajo: necesito sus consejos, su ayuda. El intendente escucha a tantas personas, tantos puntos de vista, pero suele pasar que no se escucha el punto de vista de una
parte que me importa mucho: los niños. Sucede que los grandes se olvidan de cuando eran niños.
Que no recuerdan las cosas importantes y necesarias para vivir bien esa etapa de la vida y que no recuerdan cuales son los sueños, los deseos, las esperanzas que se tienen cuando se tiene toda la vida por delante. Giaños Rodari escribía: "Abran paso a los soñadores". Desde hoy comenzaremos a trabajar juntos porque queremos cambiar la ciudad. Queremos hacer un ciudad en la que quien tenga su edad pueda sentirse como en su casa. Hicimos una reunión de Junta (vendría a ser el Gobierno de la ciudad) para decir que toda la ciudad debe ser repensada por los niños: las calles, las veredas, las áreas verdes, los patios de las casas, los lugares de encuentro para los niños, el deporte, la vida en la periferia. Tenemos un gran trabajo por hacer.
 Necesito muchos buenos consejos. El Consejo de los niños tiene un significado preciso: yo necesito sus consejos, su ayuda, para hacer una ciudad que les guste más y si a ustedes les gusta más, vivirán mejor aquí y será para todos una ciudad más bella y más humana para vivir. Pero no alcanza porque la ciudad prácticamente no cambia en nada, si bien las decisiones fueran interesantes. Y no cambia la condición de los niños que permanecen encerrados en sus casas o acompañados y vigilados permanentemente. Los conflictos profundos a los que los niños hacían (conciente o inconcientemente) referencia quedan desatendidos.
3. El administrador debería “aprovechar” el envión que le dan los niños para construir alrededorde esas propuestas “políticas”, en lo que es precisamente su trabajo. Y entonces iniciar un recorrido que dará por cierto a Federico el permiso para salir de casa haciendo respetar rigurosamente la prioridad de los peatones en las sendas peatonales, construyendo recorridos peatonales seguros y respetados, eligiendo, cuando hubiera que elegir, los peatones en lugar de los automóviles. Hacer de modo tal que toda la ciudad respete el derecho de los niños a jugar, reeducando a los adultos y devolviendo los niños a los espacios públicos. De este modo no sólo estarán contentos los niños, sino que se salvarán las ciudades de una degradación progresiva y aparentemente imparable.
4. El lugar de los encuentros. Como se ha dicho el Consejo de los niños no es ni una experiencia educativa y por ende que pueda remitirse de algún modo a las actividades escolares, ni una experiencia que debe reclamar el Consejo municipal de los adultos. Para evitar ambigüedades se propone entonces que no se reúna ni en una escuela ni en la sala del Consejo municipal. Su sede natural será la sede del Laboratorio “La ciudad de los niños”, donde opera el grupo de trabajo que desarrolla el proyecto y donde se encuentran las personas interesadas en las distintas actividades promovidas por el mismo proyecto. En su sede deberá haber una sala grande que permita al Consejo trabajar adecuadamente. Se puede hacer sentar a los niños alrededor de una gran mesa cuadrada (o redonda) o en círculo con pupitres. Esta será “La sala del Consejo”. Incluso si esta sala debiera ser utilizada para otras funciones, por ejemplo para reuniones, encuentros, trabajo de adultos, es importante que sus paredes, o al menos algunas, queden a total disposición del Consejo. Serán la sede de su memoria colectiva y tendrán el pizarrón (de pizarra plástica o de papel) donde durante el Consejo se apuntarán las propuestas y las ideas de los niños, los carteles de los trabajos desarrollados (colectivos o en grupo), dibujos, fotos, carteles y materiales que describen el desarrollo del trabajo en curso. Dado que el trabajo del Consejo es ocasional es importante ayudar a los niños a retomar el hilo del discurso incluso con la ayuda de las imágenes y de los materiales producidos.
5. La relación con la escuelaEl Consejo de los niños es como una moneda con dos caras. Una es la cara política de la que acabamos de hablar: es el diálogo delicado y especial entre el intendente y los niños intermediado por los operadores adultos del Laboratorio. La otra es la cara pedagógica. Es un aspecto importante pero eventual: la experiencia sería posible y válida incluso si esta parte no se desarrollara10. ¡Sin embargo sería una lástima! De esta parte se hace cargo, si así lo quiere, la escuela y consiste en la relación entre sus dos niños que participan del Consejo y sus compañeros de grado o de escuela. Las modalidades de este diálogo y su amplitud las decide la misma escuela encargando su organización a un docente. Los niños Consejos no están obligados a representar a nadie, por lo que no deben sentirse portadores de mensajes ajenos, pero ciertamente sus ideas pueden ser enriquecidas por las de sus compañeros. Asimismo es también cierto que sólo dos niños de una escuela pueden llevar
a su seno un debate vivo y actual sobre la ciudad y los derechos de los niños. Si recomienda entonces a las escuelas involucradas incorporar en sus POF esta experiencia como por ejemplo “Una experiencia de educación a la democracia”.
La elección de las escuelas. Las escuelas de la ciudad son los primeros aliados de esta experiencia: la elección de las escuelas que participarán del Consejo de los niños depende, en primer lugar, de la dimensión de la ciudad. Debiendo conformar un grupo de unos veinte niñas y niños, el número máximo de escuelas a participar será 10 de modo que en cada escuela se nombren un varón y una mujer, uno de cuarto grado y uno de quinto grado. Si la ciudad tiene diez escuelas participarán todas. Si son menos o no todas quieren participar se tomarán más niños de cada escuela: por ejemplo una niña y un niño de cada cuarto grado y de cada quinto grado y dos por cada uno de los niveles.
Si la escuela fuera una sola se formará un grupo compuesto por siete-ocho niñas y niños
de cuarto grado y otros tantos de quinto grado.
Si en cambio la ciudad es más grande se pueden elegir algunas escuelas, hasta el caso de Roma de una escuela por cada Municipio. La elección debe atenerse a un criterio de representatividad territorial y debe asegurar la presencia de los niños pertenecientes a todos los barrios o Municipios/Circunscripciones de la ciudad. En el caso que se deba hacer una selección de las escuelas vale la pena proponer a todas la experiencia y elegir las que demuestren más interés y disponibilidad.
Las escuelas deben comprometerse a proceder al nombramiento según las indicaciones del Laboratorio municipal; a enviar a los niños nombrados, si la experiencia se realiza en horario escolar; a permitir la comunicación entre consejeros y compañeros de escuela en todos los casos; a designar un docente referente que acompañe a los niños (en horario escolar) y estar en contacto con el Laboratorio municipal e informar al Colegio de docentes sobre la iniciativa. En cambio pensamos que estas escuelas participarán de una iniciativa de gran valor educativo, importante para los niños que participan directamente pero también para sus compañeros y para los docentes.
Diferentes respuestas en las diferentes escuelas. La respuesta más fuerte y coherente
la daría la escuela (algunas lo están haciendo con grandes resultados) asumiendo la filosofía del proyecto y aplicándola a la escuela misma. Se trata de crear en la escuela un instrumento de participación democrática de los alumnos en el gobierno de la escuela, y por ende un Consejo de los alumnos. La tarea de este Consejo no es dar consejos al intendente sino al directivo escolar y al colegio de docentes. Por ende se ocupará del funcionamiento de la escuela proponiendo a sus autoridades esos cambios que la podrían acercar y adaptar más a los niños. También en este caso se trata de aceptar el artículo 12 de la Convención de 1989. El Consejo de los alumnos podría estar formado por dos alumnos, un varón y una mujer, elegidos por sorteo, por cada nivel escolar, por
ende 10 en la escuela primaria. Naturalmente en una escuela organizada en este modo los niños que participan del Consejo ciudadano podrían referir al Consejo de los alumnos y a través de éste a todos los grados y tener mediante el mismo recorrido las sugerencias para el siguiente Consejo.
Ante la ausencia de tal estructura las diferentes escuelas organizan de distintas maneras
la relación de los niños consejeros con sus compañeros. En algunos casos los niños del
Consejo se comunican sólo con sus compañeros de grado, en otros con los compañeros
de los grados paralelos (todos los cuartos y quintos grados), en otros con todos los compañeros
de escuela en encuentros plenarios. Estas últimas experiencias nos parecen poco
productivas y poco satisfactorias tanto para los compañeros como para los consejeros.
En algunas escuelas se ha organizado una casilla postal para la recolección de las propuestas
que los consejeros recogen. Consideramos que los consejeros deberían participar del Consejo
con sus ideas, e incluso con las que son el resultado del trabajo con sus compañeros.
Horario escolar y extra escolar. En la mayoría de las ciudades el Consejo se reúne fuera
del horario escolar y por ende el acompañamiento de los consejeros está a cargo de las
familias. A partir de la experiencia de Roma, en 2001, se experimentó la reunión del
Consejo en horario escolar y el transporte de los niños a cargo del Municipio3. Esta solución,
necesaria por las distancias de una gran ciudad como Roma, resultó muy ventajosa
porque aumenta el promedio de participación de los niños y el tiempo a disposición
para trabajar; la escuela asume un rol mucho más fuerte y se siente más involucrada.
Los niños son transportados con medios puestos a disposición por el Municipio junto con
un docente acompañante. Dado que los docentes no pueden participar del Consejo, se
ha organizado un grupo de trabajo para ellos en el que siguen las experiencias del Consejo,
pudiendo intercambiar sus ideas y participar del proyecto.
La invitación a las escuelas.Luego de haber identificado a las escuelas, el Laboratorio “La ciudad de los niños” enviará una carta al director escolar de cada una de ellas, en la que comunica la voluntad
de la administración municipal de crear el Consejo de los niños.
3) Durante los primeros tres años en Roma los niños y los docentes acompañantes eran acompañados por un auto de la policía de control de tránsito a disposición del Comando municipal. La experiencia ha sido muy positiva pero se interrumpió y reemplazó con medios menos significativos y más costosos. Se señala y se sugiere esta solución también por el fuerte valor simbólico que representa la participación de la policía de control de tránsito.  Los directores escolares y los docentes de las escuelas seleccionadas, que siguen la experiencia del Consejo, son invitados a nombrar a los niños que participarán del Consejo en vista de la presentación oficial del mismo que debería realizarse en presencia del Intendente y de la Junta.
Luego de haber nombrado a los niños y antes de iniciar los trabajos del Consejo, los directores escolares y los docentes son invitados a un encuentro preliminar en el que se presentan los motivos, los objetivos y las modalidades del proyecto en que estarán involucrados.
6. El nombramiento de los niños. Según las indicaciones antes dadas, al inicio de la experiencia cada escuela seleccionada nombra a dos o más consejeros de cuarto y quinto grado, por sorteo y en número igual de varones y mujeres. Se puede evaluar si proceder al sorteo entre los distintos cuartos y quintos grados o elegir una de las secciones. Si el niño o la niña sorteados no desean participar se procederá a un segundo sorteo.
Cada año las escuelas son invitadas a nombrar a los nuevos niños de cuarto grado que ingresarán en lugar de los niños de quinto grado que han terminado su mandato y que pasarán a primer año de la escuela media. Es importante especificar que el nuevo niño de cuarto grado debe ser del mismo sexo del niño de quinto que ha dejado el Consejo, de modo que la proporción entre varones y mujeres permanezca inalterada. El Laboratorio deberá mandar a las escuelas, antes del inicio del año escolar, una carta en donde se pide el nombramiento de los niños de cuarto grado, especificando el sexo y en donde se indican las modalidades para el nombramiento.
Luego del nombramiento de los consejeros será oportuno organizar un encuentro con los directores escolares y los docentes de los niños de cuarto y quinto grado, para presentar y compartir los objetivos de la experiencia del Consejo de los niños. La fiesta inicial
El tiempo que los niños del Consejo pasan juntos durante el año es poco y difícilmente
podrán conocerse bien, especialmente si viven en una gran ciudad. Para esto, antes del
inicio de las actividades del Consejo, es importante organizar un día de fiesta que involucrará
a los niños consejeros y a sus familias. El objetivo de esta jornada es permitir a
los niños “ancianos” de quinto grado conocer a los “jóvenes” de cuarto; permitir a los
niños y operadores/coordinadores conocerse; permitir a sus padres conocer el proyecto
que involucrará a sus hijos, sus objetivos y las modalidades de realización. A menudo
esta jornada se organiza al inicio del año escolar, luego de los nombramientos, un sábado
o un domingo, de modo que se pueda disponer de todo el día. Al inicio o al final del día
se organizarán momentos de encuentro con las familias de modo que los adultos puedan
dejar solos a sus hijos. El resto del tiempo se dedicará a juegos de conocimiento y a intercambios
de experiencias durante los cuales los “ancianos” de quinto grado explicarán
a los “jóvenes” de cuarto como funciona el Consejo. Es oportuno que los objetivos y el
funcionamiento del Consejo sean expuestos por los consejeros ancianos más que por los
coordinadores adultos. Esto aclarará rápidamente el rol protagonista de los niños y dará
a los adultos importantes elementos de evaluación sobre cómo y cuándo los niños han
comprendido su función de consejeros. Algunas ciudades logran organizar una estadía
de algunos días durante la cual los niños pueden jugar, conocerse y conocer el nuevo
compromiso del Consejo. Pensamos que esta solución es la más eficaz y ventajosa.
7. La convocatoria. Es oportuno que la convocatoria del Consejo llegue por correo a la casa de los consejeros y a conocimiento del docente de grado, por fax o por e-mail, de modo que pueda favorecer
la preparación de la sesión. Recomendamos escribir la convocatoria en forma confidencial, evitando toda forma burocrática y que esté firmada por los operadores que coordinan el Consejo. En la carta se presentará el trabajo que se pretende realizar en el siguiente Consejo y las eventuales actividades que los niños deberán desarrollar en la escuela o prepara fuera de ella. A la convocatoria se adjuntará una breve acta dela sesión anterior.
8. El primer encuentro del Consejo. La primera reunión del Consejo sirve para completar el conocimiento entre los niños y página/ 5
4) Dado que uno de los motivos más comunes del rechazo de las niñas y de los niños es su timidez se sugiere tratar de convencerlos diciéndoles que podrían tener el raro privilegio y la gran tarea de representar a todos los niños tímidos de la ciudad, que en cambio no suelen estar representados. A menudo si se logra convencerlos estos niños tienen importantes contribuciones para hacer.
 el conocimiento de los objetivos del Consejo; pero su objetivo principal debería ser la
construcción de un primer Orden del Día que luego será utilizado en las reuniones posteriores.
Un modo sencillo de organizar esta actividad es dar a los niños papelitos autoadhesivos
(post-it) sobre los que cada uno podrá escribir “la cosa que menos les gusta
en la ciudad”, “la cosa que quisieran cambiar en primer lugar”. En los encuentros del
Consejo no se habla de guerra, de hambre y de enfermedades, sino de la vida de los
niños en la ciudad; los consejeros representan a todos los niños y su tarea es buscar el
modo en que todos, niños y adultos, puedan vivir mejor. Luego de haber dado algunos
minutos de tiempo los papelitos se pegarán sobre una pizarra blanca (también sirve una
pared de madera o la puerta de un armario) reagrupándolos por argumentos: de este
modo aparecen los problemas a resolver, que constituirán el orden del día de la reunión
siguiente. Por la experiencia de estos quince años los principales temas propuestos por
los niños han sido: el conflicto con los automóviles que limitan su autonomía; la necesidad
de salir solos de casa; la necesidad de poder usar los espacios públicos de la ciudad;
la posibilidad de jugar sin prohibiciones o limitaciones; el fuerte pedido de
reconocimiento y de ser escuchados por parte de los adultos.
9. Las dotaciones de los Consejeros. Durante el primer Consejo es oportuno entregar a los niños algunos materiales que serán sus instrumentos de trabajo. A continuación listamos algunos materiales utilizados en las experiencias seguidas por nosotros. Cada ciudad puede encontrar nuevas ideas.
A los niños les gusta llevar una credencial con su nombre y la indicación “Consejo de los niños”; para los adultos puede ser útil a fin de recordar el nombre de los consejeros.
Recomendamos distribuir un Cuaderno del consejero para tomar apuntes y recoger los documentos producidos y usados para trabajar; a este fin es útil el uso de carpetas con anillos tamaño A5 con hojas cuadriculadas y folios plásticos para contener documentos y materiales. Todos los niños tendrán una copia de la Convención de la ONU sobre los derechos del niño de 1989: nosotros hemos adoptado la versión facilitada indicada en el prólogo del libro “Se i bambini dicono: adesso basta!” [Si los niños dicen: ¡ahora basta!]. El Municipio puede poner a disposición de los niños una mochila o lo que considere más oportuno para enfatizar el rol de consejeros.
10. El encuentro oficial con el intendente. Inmediatamente después del primer encuentro los niños podrían tener un encuentro con el intendente para que les explique el significado de su rol como sus “consultores”. El intendente explicará a los niños que para ser un buen intendente él necesita de su ayuda y de sus consejos, porque los adultos suelen olvidar lo que piensan y quieren los niños
y comprometerse a considerar lo que le propongan. Esto no significa que hará siempre lo que le digan, sino que los escuchará con atención, tomará en consideración sus propuestas y les dará respuestas precisas si no fuera posible realizarlas. Este encuentro también puede ser anterior a la primera sesión del Consejo. El encuentro con el intendente puede realizarse en la sede ordinaria del Consejo de los niños, en el Laboratorio o bien en la sala del Consejo municipal o de la Junta. En este
caso también serán invitados los consejeros y los asesores.
11. El trabajo del Consejo, las modalidades y las técnicas. El Consejo de los niños es un grupo de trabajo y en cuanto tal tiene un objetivo a alcanzar; sin embargo también hay un componente emocional que puede ser de vez en cuando el nivel principal o el fondo del trabajo con los niños. Es un grupo que se encuentra raramente y por ende no tiene tiempos continuados y recurrentes como en el trabajo escolar.
Es necesario conjugar el nivel operativo-concreto que tiende a dar respuestas claras y comprometidas al intendente y ese emotivo-afectivo dentro del cual más fácilmente los niños “olvidan” las expectativas de los adultos y expresan sus ideas con sus palabras. Teniendo en cuenta estas diferentes condiciones y exigencias se pueden indicar algunas modalidades de trabajo y algunas técnicas experimentadas en varios modos en estos años en las experiencias de las ciudades, incluso es importante decir que las técnicas de conducción de un Consejo de los niños nunca han sido codificadas y validadas.
El juego y las actividades expresivas. La incorporación de juegos estudiados oportunamente,
por ejemplo los juegos de rol, las simulaciones o la propuesta de actividades expresivas como el dibujo, la historieta, el teatro, pueden crear una condición de partida útil para enfrentar un tema nuevo o para definir los pedidos a presentar al intendente sobre un argumento tratado. Estas actividades tienen la fama de favorecer la participación emocional de los niños y por lo tanto de reducir el nivel defensivo de la “respuesta justa”. Naturalmente la sede de las reuniones del Consejero deberá poner a disposición hojas de papel de distintos tamaños y colores aptos a las distintas actividades propuestas.
La participación. Es importante que cada niño participe en los trabajos con sus propias ideas y opiniones. En un organismo como el Consejo la palabra no es un “derecho” sino un “deber”. Los consejeros deberían llegar a considerar la posibilidad de hablar como un privilegio, por ende deberían aprender a intervenir por turnos, uno a continuación del otro y no por levantar la mano. La otra idea fundamental que debería ocurrir es que nunca hay respuestas exactas y que por ende vale siempre la pena agregar una palabra, una idea a las de los que intervinieron antes.
Técnicas de participación. Durante las sesiones del Consejo es necesario utilizar propuestas que permitan la máxima contribución y la mayor participación, sin respetar estereotipos escolares que podrían disminuir el interés de los niños. La técnica más utilizada será la de la discusión incluso si a menudo no permite la real participación de todos, porque no se puede obligar a hablar a quien no quiere y a quien declara estar de acuerdo con la persona que habló antes de él.
El instrumento que garantiza tener la opinión de todos es la escritura. Sin embargo es necesario evitar que los niños sientan este pedido como una propuesta escolar. Un modo eficaz es el de los papelitos autoadhesivos de los que hablamos antes. El tamaño pequeño de los papelitos sugiere escribir una sola frase o incluso una sola palabra; los papelitos completados podrán ser pegados sobre una superficie creando reagrupaciones temáticas y modificándolas.
Durante la discusión, además de tener un coordinador que redacte el acta (es muy importante
recoger fielmente las contribuciones de los niños), estaría bien que el coordinador
del grupo tomara apuntes de las propuestas significativas de los niños en una hoja
(son funcionales las pizarras con hojas movibles) que se quedará para guiar la discusión
y luego como memoria de la actividad.
Una técnica particularmente interesante y eficaz para la preparación de los documentos
del Consejo (por ejemplo las cartas al intendente) es el texto colectivo. Sobre el argumento
tratado y sobre el que la discusión ya llegó a conclusiones compartidas se pide a
cada uno de los niños que escriba una frase para enviar al destinatario del documento.
Las frases se organizan según un orden lógico componiendo la carta que podrá entonces
ser discutida y finalmente aprobada.
El trabajo de grupo. Es importante organizar el trabajo de los niños en, al menos, dos niveles:
uno colectivo y uno en grupos de trabajo.
Es posible que el nivel colectivo ataña dos fases de la reunión, la fase inicial y la final.
Los niños inician la reunión del consejo todos juntos: durante esta fase colectiva se recogen
los pedidos y las propuestas que los niños han producido personalmente y dentro
de las respectivas escuelas. El trabajo siguiente tiene que ver con el modo en que se articularán
y organizarán tales pedidos y propuestas. A este punto se procede con el trabajo
en pequeños grupos, cada grupo tiene una tarea a desarrollar, en el sentido que
todos tienen el mismo objetivo de trabajo pero cada grupo desarrolla y profundiza una
parte. El trabajo de grupo se puede desarrollar en presencia de un coordinador adulto o
incluso en su ausencia. Hemos experimentado con éxito el trabajo de grupo sin la presencia
de adultos: aclarados los objetivos el grupo ha trabajado organizándose de manera
autónoma. Esta modalidad les gusta a los niños y tiene una buena eficacia.
Al final del trabajo en grupo se reencuentran en sesión plenaria. Un niño de cada grupo
refiere al Consejo y se llega a las conclusiones.
Para realizar el trabajo en grupo es necesario poner a disposición espacios para los diferentes
grupos y operadores adultos para su coordinación. En la experiencia de Roma
el Consejo está formado por más de 40 niños y por ende las sesiones se articulan siempre
en una parte inicial de la asamblea, el trabajo real en tres grupos de unos quince niños
cada uno y la parte final de la asamblea de puesta en común.
12. Entre consejo y escuelas. A menudo el Consejo termina con “tareas para el hogar”. Es un modo simpático para ironizar sus tareas que en la actividad del Consejo de Roma han sido denunciadas por los niños como una violación al derecho a jugar sancionado por la Convención del ‘89. Las
“tareas para el hogar” son las actividades que los niños deben llevar a sus escuelas, pidiendo
ayuda a sus compañeros. Se trata de encuestas, investigaciones, recolección de opiniones. Otras veces se trata de involucrar a los compañeros en la producción de dibujos, de slogan, de ideas. Naturalmente será oportuno avisar a los docentes sobre estos pedidos de modo que ayuden a los niños en la realización de la tarea.
13. ¿Por qué no se vota?
Este es un punto muy importante de la actividad del Consejo que ya ha sido adelantado
en la parte introductoria. Podríamos responder diciendo simplemente que no se vota
porque no estamos interesados en la propuesta que tiene más consenso sino en aquella
más “infantil”. Si se votara tendríamos siempre la aprobación de las propuestas más
compartidas y casi con seguridad las más conservadoras, las más cercanas a las opiniones
de los adultos. Sobre este aspecto es el coordinador del consejo el que asume un
rol fundamental: recoge las propuestas más innovadoras, conflictivas, por ende coherentes
con el proyecto. Esas que reconocen a los niños un rol protagonista, competente, autónomo
y sugieren elementos de conflicto útiles para el cambio así como lo solicitó el
intendente.
14. El reglamento
El Consejo de los niños deberá tener un reglamento aprobado por el Consejo municipal
que defina sus finalidades y características. Un reglamento que comprometa a los adultos
y asegure a los niños. Este reglamento podrá definir el Consejo de los niños e insertarlo
formalmente en el Estatuto del Municipio. En cambio no es necesario un
reglamento que defina los comportamientos dentro del Consejo: como se pide la palabra,
normas disciplinarias, caducidad del mandato de los Consejeros ausentes, etc. Debe
evitarse que los adultos sean quienes apliquen estas normas. En cambio puede aceptarse
que los niños del Consejo sientan la necesidad de definir las reglas que serán válidas
para que los ellos mismos las reconozcan o cambien.
15. El encuentro final con el intendente
Como conclusión de un año de trabajo el Consejo se encuentra con los administradores.
En las distintas experiencias realizadas nos parece que el encuentro más significativo
es aquel con el Intendente y la Junta. Los niños se preparan con anterioridad y se decide
quien presentará las distintas actividades desarrolladas y los pedidos. Es oportuno que
hablen sólo algunos de los consejeros y que los pedidos sean también presentados como
documentos escritos. Estaría bien que el intendente y los asesores pidan mayores explicaciones
a los niños dando a sus propuestas la justa importancia. También estaría bien
que al final del debate el intendente no diera todas las respuestas a los pedidos de los
niños, pero que se reserve discutirlas seriamente y dar respuestas precisas y con argumento.
Estas respuestas, si no necesitan intervenciones urgentes, podrían ser presentadas
por el intendente en la reunión de apertura del siguiente año de trabajo luego del
verano. A menudo esto no sucede y el intendente rápidamente tiende a dar amplias seguridades
sobre todos los argumentos, luego incluso las realizaciones suelen hacerse
esperar por…







La ciudad de los niños
Francesco Tonucci
Pertenece al Istituto di Psicología del CNR, de Roma (Italia).
A partir de la constatación de la soledad de la infancia, se ponen de relieve los efectos
perversos de la ciudades que ignoran la existencia de numerosos ciudadanos, niños y niñas,
que viven en ellas. Se proponen estrategias prácticas, que les otorguen un papel activo y
protagonista. En el Anexo, se explica cómo en Fano, ciudad natal de Francesco Tonucci, se
lleva a cabo la tentativa de pasar de la teoría a la práctica en la búsqueda de una ciudad
educadora.
ciudad educativa, Francesco Tonucci, práctica pedagógica
UNA VEZ TUVIMOS MIEDO DEL BOSQUE
En un tiempo tuvimos miedo del bosque. Era el bosque del lobo, del ogro, de la oscuridad. Era el lugar donde nos podíamos perder. Cuando los abuelos nos contaban cuentos, el bosque era el lugar preferido para ocultarse los enemigos, las trampas, las congojas. Desde el momento en que el personaje entraba en el bosque, nosotros empezábamos a tener miedo; sabíamos que podía ocurrir algo, que ocurriría algo. La narración se hacía más lenta, la voz más grave. Esperábamos lo peor, porque lo peor estaba acechando.
En un tiempo, nos sentimos seguros entre las casas, en la ciudad, con el vecindario. Éste era el sitio donde
buscábamos a los compañeros, donde los encontrábamos para jugar juntos. Allí estaba nuestro sitio, el sitio donde nos escondíamos, donde organizábamos la pandilla, donde jugábamos a mamás, donde escondíamos el tesoro...
Eran los lugares donde se construían juguetes según las modalidades y habilidades robadas a los adultos, aprovechando siempre los recursos que ofrecía el medio. Aquél era nuestro mundo.
Pero en pocas décadas, todo ha cambiado. Ha habido una transformación tremenda, rápida, total, como
nunca la había visto nuestra sociedad (al menos según consta en la historia documentada).
Por una parte, la ciudad se ha vendido, ha perdido sus características, se ha convertido en peligrosa e insegura. Por otra, han aparecido los verdes, los ambientalistas, los animalistas a predicar lo verde, el bosque. El bosque ha pasado a ser bello, luminoso, objeto de sueños y de deseos. La ciudad, en cambio, se ha convertido en algo sucio, gris, monstruoso.
HOY TENEMOS MIEDO A LA CIUDAD

En los últimos decenios, y de una manera totalmente evidente en los últimos cincuenta años, la ciudad,
nacida como lugar de encuentro y de intercambio, ha descubierto el valor comercial del espacio y ha alterado todos los conceptos de equilibrio, bienestar y comunidad para seguir solamente programas de provecho, de interés.Se ha vendido, se ha prostituido. Los pobres han sido transferidos a la periferia, a casas nuevas, todas iguales e idénticas a las que se ven en la televisión. Los centros históricos son ahora oficinas, bancos, fastfood, sedes de representación, viviendas ricas y refinadas. A la caída de la tarde, el centro de la ciudad se vacía y se hace peligroso; la gente tiene miedo de ir sola; allí están los drogadictos, los ladrones, los malhechores. La ciudad es ahora como el bosque de nuestros cuentos.
En la periferia se duerme y, para dormir, el verde no sirve. El verde está en los parques. La diversión, en la
zona de los cines. También hay el hospital, el lugar de las enfermedades; la guardería, el lugar de los niños pequeños; las residencias, alojamiento de los ancianos. La ciudad se ha desarrollado con la separación y la especialización. La separación y especialización de los espacios, de las funciones, de las competencias. Los daños de las expropiaciones, de las separaciones, se han compensado con los servicios, típicos productos del bienestar y de la nueva dinámica que se ha establecido en las
últimas décadas entre los administradores y su electores. Se vive lejos del centro, pero hay medios de comunicación cada vez más rápidos; se tienen niños y no se sabe dónde dejarlos, pero hay guarderías, etc. Se está mal, pero se está cómodo. Lo importante es que el ciudadano que vota quede satisfecho y lo quede en el breve tiempo del mandato electoral. El tiempo de los políticos es corto; los proyectos a largo plazo no son rentables, no aportan votos.
Naturalmente, con una situación así,
donde todos sufren, el niño sufre todavía
más. Con él, la compensación, la
monetización del daño no funciona. Los
servicios, pensados para los adultos que
votan, no son buenos para el niño. Si le arrebatamos
el lugar de juego al pie de su casa
y se lo devolvemos, quizá cien veces mejor
y más grande, a un kilómetro de distancia,
en realidad se lo hemos robado. Y punto.
Al parque lejano sólo podrá ir si un adulto
lo acompaña; por tanto, sólo dentro del
horario del adulto. Podrá ir únicamente si
se cambia, si no da vergüenza ir con él por
la calle; quien lo acompaña debe esperarlo
y mientras lo espera, lo vigila; pero bajo
vigilancia no se puede jugar.
En la nueva ciudad, rica y
consumista, el niño está solo. En el siglo
que ha descubierto al niño, su capacidad,
su desarrollo precoz; que ha definido y promulgado
sus derechos fundamentales a la vida, a la salud, a la instrucción, al juego, al respeto; que le dedica
estudios, libros y convenciones, el niño se encuentra con un sufrimiento nuevo, regalo del bienestar y del egoísmo:
la soledad.
PERO, ¿QUÉ PUEDE HACERSE? LA SOLUCIÓN PRIVADA, INDIVIDUAL
Naturalmente, esta situación, evidente para todos aquellos que tienen hijos, produce preocupación, inquietud,
deseos de hallar alguna solución.
Me parece que hay dos maneras de enfrentarse a un estado de cosas que nos ocasiona tanta desazón y
sentimiento de culpabilidad. Una de ellas es privada, personal, resignada e individualista; otra, social, política y
cooperativa.
La primera está claramente patrocinada por nuestra sociedad, sus medios de comunicación, sus técnicos
(psicólogos, consultores familiares...), incluso por la producción comercial. Es la que se sugiere con recomendaciones
tales como: «Los padres han de estar más con sus hijos», «Nadie puede estar con los niños como el padre y
la madre», «Hay que jugar más con los hijos». Naturalmente, estas invitaciones son un contraste muy fuerte con a vida apresurada; con las horas empleadas en desplazamientos; con las ganas, cuando se llega a casa, de relajarse un poco. Producen un vivo sentimiento de culpa y colocan a los adultos en las mejores condiciones para aprovechar, con agradecimiento, tantos y tantos productos comerciales. Buenos ciudadanos de la ciudad consumista, intentamos sofocar aquel sentimiento pagando, comprando.
Es entonces cuando se organiza la casa como si fuera un refugio antiatómico: fuera está el peligro, la maldad,el tráfico, la droga, la violencia, el bosque oscuro y amenazador; dentro, la seguridad, la autonomía, la tranquilidad: es la casita segura de los tres cerditos. Las puertas se blindan, se arman con barras y cerrojos, con mirillas para ver sin ser vistos; se instalan videófonos; normas de la copropiedad impiden la entrada a los extraños. Se enseña al niño a no abrir a nadie (¡y se pretende educar a los hijos en la tolerancia, la solidaridad y la paz!). Dentro de casa, todo aquello que sirve para estar bien, tranquilos y solos, incluso durante largo tiempo: televisor, vídeo, videojuegos y, sobre todo, juguetes, infinidad de juguetes. Y para que el niño no esté siempre en casa, se le inscribe a un cursillo de natación, a clases de guitarra, a un curso de inglés, etcétera, etcétera.
LA SOLUCIÓN SOCIAL, POLÍTICA. REPENSAR LA CIUDAD TOMANDO AL NIÑO COMO
PARÁMETRO
La segunda actitud consiste en rechazar la resignación y denunciar este progreso (o mejor, no-progreso)
deseado por pocos, pero sí por unos intereses innobles que nada tienen que ver con el bien público, la felicidad de los ciudadanos y la calidad de vida. Es la actitud que considera el problema no como individual y personal, sino como social y político; que pretende que la tendencia cambie, que la ciudad cambie.
No se trata de poner en práctica iniciativas, oportunidades y estructuras nuevas para los niños. Tampoco de
defender los derechos de un estamento social débil, ni de modificar, actualizar o mejorar los servicios para la infancia (que, naturalmente, son uno de los deberes de la Administración pública).
De lo que se trata es de adquirir una visión nueva, una filosofía nueva de la evaluación, programación,
proyecto y modificación de la ciudad.
Hasta ahora, y especialmente en las últimas décadas, la ciudad se ha pensado, proyectado y evaluado tomando  como parámetro el «ciudadano medio» que, en general, responde a las características de adulto, varón y trabajador.
De este modo, la ciudad ha prescindido de todos los ciudadanos no adultos, no varones y no trabajadores.
Se propone que la Administración sustituya el «ciudadano medio» por el niño, que acepte que su visión tiene
que descender hasta la altura del niño para no perder a ninguno de los ciudadanos que representa. Que aprenda a escuchar y a comprender a los niños en su diversidad, porque sólo así será capaz de comprenderlos con todas sus diferencias.
Para una Administración comunal, abrir un laboratorio sobre «La ciudad de los niños» significa enfrentarse
continuamente a los problemas, los derechos y las necesidades de los niños (véase Anexo). Significa también aceptar un conflicto que nunca terminará, aunque siempre será de una gran riqueza y de una alta cultura, porque el conflicto entre el niño y el adulto es permanente, no acabará nunca, siempre se desplazará un poco más allá. E, indudablemente, significa aceptar una verificación transversal y continua de todas las informaciones y decisiones administrativas, desde las propiamente administrativas hasta las sanitarias, pasando por las comerciales y las que afectan al ocio. Por esto, es una decisión personal tomada y garantizada por el alcalde.

QUE LOS NIÑOS PUEDAN NUEVAMENTE SALIR SOLOS DE CASA
El objetivo de esta nueva filosofía de la administración de la ciudad es aparentemente irrelevante y sencilla:
que los niños puedan nuevamente salir solos de casa. Afirmaciones como ésta, que hace pocos años hubieran suscitado sonrisas de conmiseración hacia el pobre iluso de turno, empiezan hoy a despertar la atención de no pocos ciudadanos, de algunos alcaldes y de todos los niños.
Pero el objetivo es que los niños puedan salir otra vez solos, que no se vean condenados a estar durante
tardes enteras delante del televisor, que no tengan que correr de una escuela a otra, que puedan nuevamente
buscarse un amigo y, jugando juntos, descubrir cosas. ¿Qué significa esto para la ciudad? Simplemente, que la ciudad ha de cambiar, toda, completamente, aunque de manera gradual.
El niño se considera un indicador ambiental sensible: si en una ciudad se ven niños que juegan y pasean
solos, significa que la ciudad está sana; si no es así, es que la ciudad está enferma.
Una ciudad donde los niños están por la calle es una ciudad más segura no sólo para los niños, sino también para todos los ciudadanos. Su presencia anima a otros niños a bajar, y aleja el riesgo que suponen los automóviles y otros peligros externos.
Esto significa devolver a los niños la posibilidad de jugar, de adquirir la experiencia, tan necesaria, de la
sociabilización espontánea, de vivir experiencias autónomas. Pero, para que sea posible, hay que actuar a varios niveles:
· Renegociar la relación de poder y de fuerza entre el automóvil y el ciudadano y, en particular, con el niño.
Distinguir y tratar de manera diferente tanto los proyectos como los comportamientos de las calles abiertas al tráfico (en ellas, los peatones tendrán que aceptar las condiciones de los automóviles) y de las calles peatonales (a las cuales pueden acceder los automóviles, pero aceptando las condiciones de los peatones). Esta renegociacióndeberá disminuir el miedo de los adultos a los peligros externos. Ayudar a los adultos a comprender que los niños tienen necesidad de salir, de buscarse, de jugar juntos;que las casas son peligrosas; que encerrar a los niños en casa significa confiarlos a la televisión.

Encontrar y formar nuevos aliados
de los niños. Antes, los niños eran de todos,
reconocidos y protegidos por el vecindario;
ahora, gran parte de esta solidaridad social se
ha perdido. Hay que identificar y formar nuevos
aliados de los niños. Podrían serlo, por
ejemplo:
— La policía municipal, que tendría que
formarse para ser no sólo vigilantes de los
automóviles, sino también amigos de los niños,
y comprometerse a responder solícitamente
y con sensibilidad a todas sus necesidades
(desde la de hacer pipí hasta la de llamar
a casa, pasando por el temor hacia cualquier
persona molesta o la compra de un billete
para el autobús).
— Los ancianos, que serían invitados a
no permanecer en sus residencias o clubes,
sino a salir al aire libre, a lugares específicos
de encuentro, desde los cuales verían y vigilarían
a los niños.
— Los comerciantes, los artesanos y,finalmente, todos los que están en la calle y pudieran dar una ojeada a los niños, poniéndose, si fuere necesario, a
su disposición (se está pensando en un adhesivo que, expuesto en los escaparates, permitiría a los niños reconocer a los comerciantes dispuestos a ayudarlos).
Si los niños pudiesen de nuevo salir solos de sus casas se resolverían muchas contradicciones que hoy hacen
difícil su vida cotidiana y la de la misma ciudad. La infancia pasa hoy mucho tiempo en casa, y es en el hogar
donde se dan, según las estadísticas, el mayor número de accidentes. ¡Los mantenemos dentro de casa para defenderlos de los peligros externos y los dejamos precisamente en el lugar más peligroso! Pero el espacio doméstico siempre será peligroso, por más prevención que hagamos, si el niño pasa la mayor parte de su tiempo dentro de casa sin saber qué hacer. Niñas y niños pasan demasiado tiempo frente al televisor, cuestión que preocupa a todos los padres y educadores occidentales. Ciertamente, podemos prohibirles que vean mucha televisión, pero esto supone vivir un continuo conflicto con ellos. Sin embargo, podemos hacer realidad la única experiencia que, en todas las encuestas, es más deseada que el ver la tele: jugar con los otros niños. Los niños van a la escuela sin tener experiencias personales, vivencias individuales que comunicarse y confrontar con los otros, puesto que viven en grupos preconstituidos en las diversas escuelas a las que asisten, sean públicas o privadas; y asisten a los mismos espectáculos que les ofrece la televisión, iguales para todos. También la propia escuela, para cumplir bien su tarea de momento de elaboración cultural, a partir de los conocimientos del alumnado, tendría necesidad de unos niños más autónomos, más ricos, más protagonistas.
Repensar la ciudad, quererla distinta, adaptada a todos, incluso a la infancia, es una necesidad urgente; no se trata de retroceder hacia el pasado en busca de un romanticismo rural o de barrio de los años 40, sino de preparar para un futuro distinto, no exclusivamente controlado por la producción comercial. Un futuro en el que exista el deseo y la posibilidad de pensar en el bienestar y en la solidaridad. De ese futuro, los niños son símbolo, reto y garantía.Actualmente, en Italia, el alcalde es elegido directamente por el pueblo, con un voto disociado del que se da a los partidos políticos. Por esto, su papel es muy significativo y simbólico respecto a la ciudad. Artículo traducido del original italiano por Jaume Gavaldá. Anexo

EL LABORATORIO DE FANO
El Ayuntamiento de Fano abrió, en 1991, un laboratorio llamado «Fano, la ciudad de los niños», al que
asignó una sede y personal. Además, pidió al doctor Francesco Tonucci que lo dirigiera. El objetivo del laboratorio es, por una parte, repensar la ciudad y modificarla realmente, tomando al niño como parámetro.
Dentro de...

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