viernes, 11 de mayo de 2012

INTRODUCCION


FORMACION CIUDADANA

La cultura posmoderna promueve el pluralismo visibilizando sectores de la sociedad que nunca habían sido tenidos en cuenta,  cuestiona la subjetividad de los textos históricos que reflejan los prejuicios, la cultura y las particularidades de las clases hegemónicas, critica la universalización de la verdad y la enmarca en una perspectiva,  contexto o a una forma de ver las cosas.

Dichas concepciones han tenido consecuencias en la ideología y la forma de ver el mundo; se cuestionan utopías como  las de progreso y bienestar económico lo que ha generado desesperanza, desilusión y escepticismo frente al futuro. Los medios de comunicación y la educación han sufrido también cambios trascendentales; con la proliferación de tecnologías de la comunicación especialmente el internet que ha aumentado la interactividad y le ha permitido a los individuos conocer formas de vida, comunidades y culturas a las cuales de otra manera no habrían tenido acceso, pero que en algunas ocasiones los han marginado de la realidad de su contexto, los han convertido en un consumidor cada día más ávido.                                                                                            
Los individuos muestran  cierto nomadismo ya que como diría (Maffesoli 2004, citado por Huergo 2010) no tiene una única identidad ideológica, sexual, profesional o de clase, que no se deja encerrar dentro de roles que antes eran definitivos.

Esta forma de ver el mundo,   representan para la escuela un desafío para lograr que el sueño de un mejoramiento en la calidad de vida de nuestros niños, niñas y adolescentes que serán los ciudadanos del mañana, sea una realidad pero que solo se podrá alcanzar con el concurso de todos, es por ello que si queremos una sociedad más justa, más humana, debemos empezarla a desarrollar desde nuestra aula de clase y solo construyendo juntos proyecto de vida en el que exigiendo nuestros derechos y cumpliendo nuestros deberes se podrán realizar.
Por lo tanto, los maestros,  conocedores  de primera mano de la situación de nuestra sociedad, estamos llamados a fomentar las transformaciones sociales necesarias, partiendo de prácticas dialógicas, democráticas y  justas que sirvan de modelo a seguir por nuestros niños, niñas y adolescentes.

Con este marco de referencia en el año  2003,  el Ministerio de Educación Nacional publicó los estándares sobre competencias ciudadanas diseñados con la participación de Asociación Colombiana de Facultades de Educación en los que se manifiesta:


 Formar para la ciudadanía es un trabajo de equipo y no hay que delegarlo solamente a la escuela y la familia. Se aprende también por la calle, en los medios de comunicación, en las relaciones entre el Estado y la sociedad civil y en cualquier situación comunitaria. Todos esos son los textos vivos que leen nuestros jóvenes. Pero lo importante es traer estos mensajes al aula y al hogar y reflexionar sobre ellos” Ministerio de Educación Nacional. MEN. 2003.

Hasta la fecha,  dicho documento no pasa de ser letra muerta pues hoy nueve años después no ha dejado de estar escritas, pues ni la familia y ni siquiera la escuela pueden ser tomadas como ejemplo de prácticas integradoras, humanizantes y democráticas.

En los estándares las competencias ciudadanas están organizadas en tres grandes grupos: Convivencia y paz, Participación y responsabilidad democrática, Pluralidad, identidad y valoración de las diferencias. En cuanto a Convivencia y paz es ampliamente conocido el hecho de que la escuela reproduce los fenómenos sociales y por lo tanto en nuestro país no puede estar ajena al conflicto armado en el que vivimos, que se evidencia en los altos índices de violencia y porte de armas en las instituciones educativas y el acoso escolar que viven nuestros niños. Situaciones estas que la escuela no ha aprovechado como escenario de discusión y diálogo para construir a partir de alteridad, escenarios escolares más tolerantes y humanos.

Es por ello que la educación debe empezar por la superación de la contradicción educador educando. Debe fundarse en el dialogo, la conciliación de sus polos, de tal manera que ambos se hagan simultáneamente educadores y educandos (Freire 1970)
Con respecto a la Participación y responsabilidad democrática, la escuela no ha sobrepasado los límites de considerar que la elección del gobierno escolar o permitir el uso de la palabra en clase es la participación posible para los niños, niñas y adolescente, olvidando lo que afirma Valderrama:
La participación pública es mucho más que la presencia en  ciertos espacios y que la formación del sujeto político no se resuelve enteramente con algunas cátedras de cívica o ética sino que es asunto cotidiano y de todas las interacciones que se desarrollan en la escuela y en el aula de clase ( 2007: 46)
Dejando de lado el desarrollo de capacidades en la comunicación, capacidad de entender al otro, capacidad de sentir lo que siente el otro.  Cualidades que podemos desarrollar desde la escuela partiendo de una comunicación emocional asertiva; escuchando con la mente abierta y sin prejuicios, brindando importancia a lo que preocupa al otro, reconociendo y recompensando las cualidades y los logros de los niños.

Otro grupo de competencias es Pluralidad, identidad y valoración de las diferencias que parten según los estándares del reconocimiento y el disfrute de la enorme diversidad humana y tienen, a la vez como límite, los derechos de los demás, pero prácticas discriminatorios por condiciones de raza, género o discapacidad son evidentes en nuestras escuelas y muchas veces no solamente causadas por  los niños sino que tristemente también ocasionadas por los docentes. Solamente, la práctica de la alteridad entendida como la capacidad ética de reconocer al otro como un legítimo otro, nos permitirá reconocernos como sujetos de derecho, capaces de transformar nuestro entorno para que logremos desarrollar:

Una educación, desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aprovecha al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética  -y tal vez una estética- para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía. Por el país próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños (García 1994).